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Periodismo para la gente

Oda con luz para una palabra sin ojos

Oda con luz para una palabra sin ojos

Realizar. Qué fastidio de palabra cuando su abuso frecuente y nada expresivo se la encuentra sin razón de ser en los informativos de la radio, la televisión, las ciber páginas de la Internet y en casi todas las notas de prensa de los periódicos de este país. Ello denota el poco aprecio o conocimiento que los periodistas tenemos de las palabras. O tal vez nuestro deficiente esmero lingüístico.

De todos modos, el resultado siempre tendrá un rostro trágico y otro cómico. Por un lado, conmueve el grado inocente de descripción al que llegan algunas notas de prensa. Y por otro, nos arranca una sonrisa irónica, porque da pena demasiada simplicidad escolar. Por ejemplo:


Según el ministro de la Presidencia, José Galindo, la titular de Educación explicó en la sesión de gabinete todo el detalle del trabajo que se viene realizando para la realización del Congreso, que definirá la nueva política educativa para la siguiente década .


El Diario “Ministra informó a gabinete sobre congreso de educación” La Paz, sábado 13 de noviembre de 2004.

Sociedad/Seguridad Página I-7.


No vale la pena detenerse en más casos, porque los medios no se cansan de regalarnos todos los santos días ejemplos como éste.

El Manual de Español urgente, de la Agencia de noticias EFE, califica a realizar como un comodín y recomienda al periodista utilizar “la variedad en su vocabulario, pues palabras como ésta se repiten en exceso”.

El manual Pautas de redacción periodística 2005, del periódico La Prensa, explica que la palabra realizar es una muletilla “que muchas veces retrasa el verbo principal. Basta con decir ‘viajar’ en vez de ‘realizar un viaje’; ‘aportar’ en vez de ‘realizar un aporte’ (…) Pero hay ocasiones en las que esa palabra es necesaria, porque no es lo mismo realizar un sueño que soñar, realizar un plan que planear. Salvo expresiones de este último tipo, debe evitarse escribir esa palabra”.

La diferencia para este último caso estriba en que realizar funciona como verbo. Cuando decimos “realizar un sueño”, la palabra en cuestión, al juntarse con el sustantivo sueño, significa “cumplir una meta” o “alcanzar un objetivo”.
Hay que comprender, desde un principio, que realizar lleva dentro de sí el germen de la acción. Entonces resulta inútil escribirla a lado de un verbo. Basta, pues, el sólo hecho de obviarla.

Los verbos, dentro de una oración, son como la luz que no admite obstáculos oscuros para mostrarnos todo cuanto hay ante nuestros ojos.

Los verbos son la corriente de un río al que le disgusta piedras innecesarias en su camino; son como el hilo conductor de un cuento. Mientras más claro y sencillo su camino enrevesado, quedará más abierto el trayecto para llegar a la luz de su idea.

Cuando nuestros grandes maestros del periodismo nos sugieren que debemos evitar el lenguaje técnico en nuestras notas de prensa, no pecan de caprichosos. Y, por desgracia, cada que se lee, oye o escucha la palabra realizar parece que despidiera de sí un tufo contaminado de tecnicismos.

De lo que se trata, más bien, es de convertir al lenguaje en un instrumento ideal para llegar al Otro. A ese ser desconocido para quien escribimos todos los días. ¡Qué sería del periodismo sin las palabras! ¿Con qué frases, argumentos o verbos podríamos decirle al mundo lo que acabamos de presenciar? No bastan las simples imágenes de la televisión. Éstas para dar cuenta y razón de sí necesitarán siempre apoyarse sobre una pared confiable de palabras.

La palabra, en periodismo, como está dirigida a un público amplio, heterogéneo, disperso y cultural, no puede pretenderse erudita o sabia y mucho menos vulgar; pero sí accesible para todos.

La presencia de la palabra en el trabajo del periodista es constante. No es una moda que aparece por casualidad: no es un sitio o hecho de cobertura eventual; no es un lugar al que acostumbra visitar de cuando en cuando y tampoco es un recurso y comodín alternativo de expresión.

La palabra para el periodista es lo que las notas musicales para el músico. Esto tampoco significa recurrir a extremos, como exigir que los periodistas se conviertan en filólogos o lingüistas especializados.
Se trata, de que comprendamos que podemos ser capaces de conocer, comprender y reconocer a la palabra como herramienta de trabajo, porque en ella reside la expresión.

La palabra se convierte, entonces, en un eje sobre el cual giran los demás elementos con los que los periodistas trabajamos: la ética, las cifras, los porcentajes, los números y la verdad de quienes explican a la sociedad el proceder de sus responsabilidades públicas.

Si no llegamos a comprender ese detalle, seremos culpables de dejar a las palabras en estado vegetal. Sabremos de quiénes se tratan, pero no seremos capaces de hallar el punto exacto de su expresión.

Y no necesitamos complicarnos la tarea diaria para cumplir ese cometido. Pero sí se nos demanda poner una distancia entre cómo hablan nuestros entrevistados y la forma en cómo trasladamos esas palabras a nuestras notas de prensa.

Así, las palabras dejan de ser simples objetos de comunicación. Cada una adquiere un sentido único. Como las notas de un pentagrama. Todas, no sólo en su respectivo sitio, sino que también a su preciso tiempo.
El manual de estilo de la Agencia EFE al sugerir que ensayemos variedad en nuestro vocabulario, llega al corazón de un problema de fondo: la supuesta poca lectura por parte de los periodistas. Pero no es necesario lanzar otra flecha enconada hacia un problema para el que ya existe solución: “por cada página escrita, cien leídas”, recomendaba el periodista Ryszard Kapuscinski.

Sin embargo, si una sociedad quiere formar buenas personas, convendría tener en cuenta que la tarea de combatir a la pobreza de expresión debe nacer en las escuelas. Allá, los profesores de lenguaje (antes decían “Castellano”) deberían aprender a enseñar a los niños a que sean buenos amigos de las palabras; amigos de expresiones sencillas y claras, a través de la lectura crítica, donde reconozcan –con el paso del tiempo– el porqué del uso de las palabras.

Pero no. Por desgracia realizar es todavía una piedra en el zapato; es el argumento innecesario que perjudica el curso de la lectura. Es el ruido que distorsiona la melodía de la atención. Este atentado a la sensibilidad (que peca ya de abuso) denota pobreza de expresión. ¡Qué hecho más sobrecogedor! La pobreza de expresión ya es otro rostro del periodismo. ¡Vaya con el periodismo realizado que nos toca!


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Ilustración:
Abecor

Bibliografía consultada:

La Prensa: Pautas de redacción periodística 2005.

Agencia de Noticias EFE: Manual de estilo. Cátedra 2004.

Kapuscinski, Ryszard: Los cinco sentidos del periodista (estar, ver, oír, compartir, pensar). Fondo de Cultura Económica/Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, 2003.

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